Hoy vamos a hablar de caracoles. Empecemos por analizar el término ‘caracol’: aunque para muchos puede parecer una palabra compuesta de cara y col (cabbage), la Real Academia de la Lengua nos saca del error y afirma que se trata de un sustantivo derivado del latín cochleare (cuchara). Así que su formación no está basada en dos palabras identificables que guardan relación con el significado, como sí serían por ejemplo ‘paraguas’ (objeto para protegerse del agua de lluvia) o abrelatas (utensilio con el que abrir una lata de comida).
Bien, pues una vez analizado el vocablo, me gustaría añadir que es un nombre que despierta bastante simpatía entre los hispanohablantes, con multitud de canciones infantiles compuestas con este pequeño animal:
Caracol, col, col, saca los cuernos al sol… Dice una de las más populares, y no faltan tampoco dichos o expresiones, como Es más lento que un caracol, por ejemplo.
Pero, escribiendo desde Sevilla, y estando en pleno mes de junio, no podría hablar de caracoles sin relacionarlos con la gastronomía. Sí, sí, no has entendido mal, en Sevilla –y en otros lugares de Andalucía- es costumbre comer caracoles.
Desde finales de abril y hasta julio más o menos, las terrazas de los bares se llenan por las noches de sevillanos, con la temporada de los caracoles encuentran un nuevo motivo para reunirse al aire libre y tomar una cerveza. La forma en que se sirven es caliente, cocinados en un caldo ligeramente picante, que lleva ajo, pimentón y algunas especias como comino. En otras provincias de la región, como Córdoba y Jaén, también es tradicional comer caracoles, con pequeñas variaciones en su receta.
Para los forasteros, resulta muy curioso ver a los locales –incluso niños pequeños- tomar con interés las conchas y sorber (sip) su interior. Los más profesionales suelen terminar bebiendo el caldo que queda en su vaso.
Si bien no es una especialidad exclusivamente española, pues son muy populares también los escargots en Francia, sí que aquí constituyen todo un fenómeno cultural, tanto por su forma de tomarlos (casi un pequeño ritual), como en las reuniones sociales que produce su consumo.
Si te animas a probarlos, tendrás muchos bares especializados, tanto en el centro como en los barrios de la ciudad. Cada sitio tiene una forma un poco diferente, así que te recomendamos que te dejes recomendar por alguien que sepa del asunto. Y, si no eres capaz de pensar en acercar un caracol a tu boca, no te preocupes, podrás disfrutar de la reunión igualmente, ¡hay otras muchas tapas para elegir!
¡Que aproveche!